Generar menos desechos alimentarios pasa por una mínima concienciación y una gestión adecuada de los recursos. ¡Por eso hoy traemos algunos consejos!
Tirar comida está feo, ya te lo decían de pequeño, seguramente… Este saber, arraigado en lo más profundo de la especie humana y que parece haber caído en el olvido en las dos últimas generaciones, no responde a cuestiones morales o éticas. Al menos, no únicamente; parece que nos va en ello la supervivencia.
Así lo indican los análisis institucionales que tratan la cuestión de la generación de residuos alimenticios. Las cifras son escalofriantes. Tiramos un tercio de la comida que producimos; en Cataluña, 260.000 toneladas anuales (35 kg por persona). Y hablamos de comida perfectamente aprovechable…
Aparte de la evidente ventaja de una gestión y tratamiento adecuado del desperdicio por parte de las grandes superficies, industrias del sector y centros logísticos (uno de los servicios especializados de Residus Cirera) con el cual nos acercamos el 100% del reciclaje, incluso de producto ya envasado, el cambio de rumbo también depende de un puñado de buenas prácticas que todos podemos llevar adelante.
1. Planifica
- Hazte un menú semanal de comidas, y haz la compra en consecuencia.
- ¡Nunca vayas a hacer la compra con hambre!
- Calcula raciones razonables (que suelen ser menores de lo que crees).
- Privilegia la calidad y la variedad por encima de la cantidad.
2. Aprovecha
- Procura conservar adecuadamente los alimentos, tanto en crudo como cocinados.
- ¿Es temporada de calçots? ¿Está barata la sardina? Pues ya sabes.
- Un cocido es mucho más que un cocido; ¡viva la cocina de aprovechamiento!
- Cenar restos es como cenar a la carta, o de tapas…
3. Consume (de otra manera)
- No compres sobreempaquetado.
- No te bases en la estética del alimento, sino en su calidad o proximidad.
- La fecha de consumo preferente no indica caducidad.
- ¡Asume tu responsabilidad sobre la comida que has comprado!
El impacto de una mejor gestión del consumo alimentario es múltiple. Estaremos, en primer lugar, reduciendo el gasto de recursos energéticos en la producción, tratamiento, elaboración y distribución de la comida. Y, por descontado, haciendo un uso más razonable de unos recursos que tienen un coste, para todos nosotros y para el planeta.
La gestión del desperdicio alimentario es la otra cara de esta misma moneda. Generar residuos alimentarios, tanto orgánicos como envasados, en el ámbito doméstico y comercial, es inevitable. ¡Procuremos que dichos residuos reciban el tratamiento adecuado para minimizar que se produzca, otra vez, un impacto ambiental y económico negativo!
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